Paseando por un valle de montaña al norte de León, un ruido en lo alto de los avellanos delataron su presencia. Posiblemente un cachorro de marta según me indican algunos compañeros. Eran las 11 de la mañana, y los avellanos están al borde de un camino vecinal.
Ya se van apagando los ecos de la berrea. Ya van recuperando sus territorios aquellos que se saben victoriosos y que perpetuarán la especie en nuestros valles, y aquellos que un año más han visto frustrados sus intentos de liderazgo. Ahora volverá a ser difícil encontrar a los ciervos en sus hábitats, silenciosos entre las hayas o los robles, bajando a beber a los arroyos, encamados entre las altas escobas o brezos...
Horas de observación calmada, es lo que requiere el gato para escudriñar su entorno y buscar sus presas, y es lo que requiere quien quiera observar el día a día de esta emblemática y esquiva especie.
Titulado así igual que podría haberlo titulado Valle del Labias, ambos nombres recibidos por el mismo arroyo según pase por la localidad de Redilluera o de Llamazares respectivamente, ambas localidades del municipio de Valdelugueros, León.
